Pablo Rebolledo Dujisin

Director Escuela de Ciencias Ambientales y Sustentabilidad, Universidad Andrés Bello

La presión sobre los ecosistemas ya sea a través de la deforestación, el comercio ilegal de vida silvestre, la expansión urbana o el cambio climático u otros, puede aumentar la probabilidad de que los humanos entren en contacto con patógenos presentes en la vida silvestre, lo que aumenta el riesgo de brotes de enfermedades zoonóticas, como la pandemia de COVID-19.

Claro que la causa específica del origen del virus se ha atribuido a un mercado de mariscos y animales vivos en Wuhan, donde se cree que éste pudo haber saltado de animales a humanos, lo que se conoce como un evento de zoonosis.

Sin embargo, factores como la globalización, los viajes internacionales frecuentes y la alta densidad de población en algunas áreas urbanas contribuyeron a la rápida propagación del virus a nivel mundial, lo que finalmente llevó a la declaración de una pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el 18 de marzo de 2020 pasamos a confinamiento, hace ya 4 años el mes de marzo.

Mientras transcurría la pandemia, académicos y políticos de todas partes del mundo abrían dos líneas importantes de trabajo: la primera y más urgente, detener la expansión del virus, la segunda, que aparecía como menos urgente y a mediano plazo, que esto no se repita.

Muchos docentes universitarios vimos la pandemia como un proceso de aprendizaje: desde los años 60 que se vienen advirtiendo, desde todas las ciencias, los riesgos de llevar al límite a nuestro planeta, ejemplos de esto son el primer cálculo detallado publicado acerca del efecto invernadero (Manabe y Wetherald, 1967) o el ya renombrado Informe Brundtland publicado por Naciones Unidas hace casi 40 años. Quienes no trabajamos en la solución de la urgencia, soñamos y diseñamos futuros mejores donde estos escenarios fuesen recordados como un punto de inflexión en nuestro contrato con la naturaleza.

Esta pandemia ya pasó, el discurso político rápidamente cambió desde “emergencia” a “recuperación”. Los académicos ilusionados pensamos que esta recuperación incluía una pequeña pausa para pensar en los cambios que necesitamos hacer para que esto no se repita. Le pregunto ahora a quien lea estas palabras ¿qué cambió desde la pandemia en términos de presión a los ecosistemas, de límites de nuestro planeta?

Veamos cómo cuando se habla de recuperación, la verdad, se habla del retorno a los niveles y formas de producción y consumo que se tenían antes de la pandemia: cuánto se vende, cuánto se compra, cuántos empleos nuevos, cuánto cuesta el cobre o cuántos vuelos intercontinentales tenemos otra vez; es decir, nuestra recuperación, o al menos su discurso, consiste básicamente en recuperar completamente todo aquello que nos llevó, como especie, a sufrir la más grande de las pandemias del siglo, sin embargo, esto parece no molestarnos.

Es difícil ver la lógica que se aplica atrás de esto, es evidente que las personas necesitan trabajo y el país necesita crecimiento, pero aún queda espacio para replantearse la forma en que queremos generar ese trabajo y ese crecimiento; una cosa es cuestionar las técnicas para producir, los ODS de Naciones Unidas son una buena herramienta para modificar nuestra forma de producción, también es posible pensar en la base del problema, aquello que generó este desastre ambiental y social, esto significaría replantear nuestro consumo y, por ende, producción; finalmente y de forma más deseable, es nuestro concepto de desarrollo el que debe ser cuestionado ¿Podemos encontrar un desarrollo más armónico con nuestro propio planeta?

La pandemia nos entregó una oportunidad para pensar y aprender, la desaprovechamos, pero aún podemos tomar decisiones radicales para no volver a ese punto, tómese unos segundos y piense… de todos los factores que produjeron la pandemia ¿cuántos han cambiado? ¿cómo modificó usted su relación con la naturaleza?

Alguna vez escuché que suena utópico pensar en un cambio radical en nuestro contrato con el planeta, yo pienso que es al revés, lo utópico es pensar que, si no cambiamos nada, las cosas irán mejorando solas; lo utópico es pensar que si mantenemos activos todos los elementos que generaron la pandemia, entonces, nada malo sucederá ¿No será que lo que vivimos hoy es la utopía?