Señor Director:

El país ha sido invadido con la venia de los “gobernantes” y la complicidad de las Fuerzas Armadas.

Resulta paradójico escuchar constantemente la bufonada de la “democracia” cuando millones de “migrantes” han ocupado el país. Y claro, el pueblo –el populacho– ha sido hipnotizado con el discurso de la nueva religión de los “Derechos Humanos” –artimaña de la sinarquía mundial y sus agentes, los “hermanos”– y de la monserga marxista del “multiculturalismo” y la “inclusión”, que ha arrasado con la auto-determinación y la soberanía de las naciones occidentales.

La patria de los selk’nam, de los araucanos, y dihuitas –entre otros grupos prehispánicos– y de la raza chilena, ha sido convertida en una basural, en una “zona de sacrificio” cultural –en realidad, anti-cultural–. Esto se ejemplifica claramente en el decadente y patético escenario en que se ha convertido la Plaza de Armas de Santiago: Una alcantarilla de delincuentes, narcotraficantes, prostitutas y mercachifles –“diversidad cultural” rebuznarán los idiotas del “todes” y del “nuevo Chile”–.

Y todo esto ha acontecido frente a nosotros sin que haya habido respuesta o reacción alguna. Todos están hipnotizados –“durmiendo”– gracias al “embrujo” de la psicotrónica.

El fin de Chile –de nuestra raza, de nuestra historia y cultura– es sólo un asunto de tiempo.

El futuro de Chile no será de los descendientes de los forjadores de nuestra nación sino de los subsaharianos.

Rafael Videla Eissmann

24 de Septiembre de 2021