RECUERDOS DE LA PATAGONIA

Un día 29 de Septiembre de 1980, nace en el hospital de Cochrane, Provincia capitán Prat, Aysén, Carlos Fernando Huerta Infante. ¡Quién lo hubiera visto!… Dos grandes ojos, negrito, vivaz, atento a cualquier ruido; parece un tizón, morenito. Muchos amigos pertenecientes a mi profesión o por gente común que conocía a Marianella, mi mujer, se acercaban y nos entregaban sus bendiciones y parabienes.

Este nacimiento, tal como una profecía, no sólo nos entregaba un hijo, sino, iba a emerger prontamente en la vida de Carlitos un sacerdote de la orden , “Don Guanella”, Italia, que correspondía al obispado de Aysén y trabajaba como cura párroco en la iglesia de Cochrane.

El sacerdote normalmente visitaba las localidades de su juridicción rurales, tal como las de Puerto Bertrand, Pablo Benecian Benincá.

Pasaron algunos años Carlitos crecía como cualquier niño sano de la Patagonia, por supuesto tenía un hermano mayor, Félix Hernán, 3 años de diferencia y ambos participarían en varias situaciones que les tocó vivir junto a los curas. Si, digo en plural, ambos de alguna manera se entrelazaron en la vida de mis hijos.

Me remontaré a algunos años atrás para explicar cómo conocieron los sacerdotes y su acercamiento a la vida de mis hijos.

Antonio Ronchi, un primer sacerdote, italiano, venerado entre los ayseninos, por su destacada labor, no solamente

como misionero, sino, como gran impulsor de las comunicaciones al interior de la Patagonia.

El dotó de muchas radios locales que la autodenominó, “Radio de la Divina Providencia”, que con su instalación logró que todos los sectores alejados de la Patagonia: Pto. Cisnes, Aysén, Coyhaique, Pto. Ingeniero Ibañez, Guadal, Chile Chico, Cohrane,VillaO”Higgins y Tortel pudieran estar en línea y así favorecer a los diferentes colonos del lugar y pasar sus mensajes de donde ellos estuvieran, a sus casas.

No fue solamente radios, sino, lanchas, grupos generadores de luz, como lo hizo en Pto. Bertrand, etc. Etc

No contento con ello, la construcción de capillas, embarcaciones de acercamiento y, especialmente su obra, como siervo de la institución, “Don Guanella”.

Bueno remontemos a lo crucial. El sacerdote Ronchi llegó a Puerto Bertrand, encargándole al profesor de dicho lugar , por los años 1977-1978, que se hiciera cargo del acopio de los materiales para la futura construcción de una capilla católica en el lugar. Para ello le entregó alimentos provenientes de la comunidad europea para hacer trueques con los materiales que fueran necesarios para dicha construcción. En ese tiempo el profesor se puso en contacto con un empresario maderero que estaba explotando los recursos dentro de los cordones cordilleranos del sector de el Baker, don Julio Chible. Justo él no tenía los alimentos para la mantención de faenas en su campamento, así que fue milagroso el intercambio de la madera, por los alimentos.

Pasó un tiempo y el profesor trajo a su familia a vivir en el

Baker: Marianella su esposa, Félix el mayor de sus hijos y, posteriormente nace Carlitos en plena Patagonia.

Pasó un corto tiempo y aparece el cura Pablo Benecian Benincá, arquitecto y sacerdote de Cochrane, encargado del sector de Pto. Bertrand.

Había hablado con muchos pobladores con la idea de materializar la construcción de dos obras, la capilla y un Cristo de mármol sobre una cruz de madera a la entrada del caserío. Comentaba que en Italia las villas normalmente recibían al visitante con un Cristo que protegía el lugar. Nadie en principio quiso tomar la obra, pero hablando con el profesor del lugar le planteó la idea de responsabilizarse en la construcción, aceptando de inmediato. Hubo una condición, su señora administraría los recursos para cambiarlo por mano de obras o material faltante.

El cargamento consistía en alimentos y vestuarios provenientes de Europa.

Al principio fue muy difícil iniciar la obra, ya que no había suficientes pobladores para iniciar lo más difícil, la obra gruesa.

Con el partir de los días se fue incrementando la construcción ya que se fueron incorporando pobladores al ver a la familia del profesor trabajando al igual junto a los pequeños.

El sistema de trueque permitía tener la obra activa, ya que eran productos de primera necesidad los que se usaba para el pago, harina, aceite, mantequilla, chicharos, ropa italiana.

Bueno, como fue la vinculación del sacerdote Pablo con

Mis hijos.

El cura párroco de Cochrane viendo un lugar donde hacer la obra como pastor, por un lado, como arquitecto y supervisión de las obras quiso quedarse a vivir en la casa del profesor mientras supervisaba la construcción.

Para nosotros como familia, realmente fue como una bendición de la vida. El hecho que el sacerdote compartiera con nosotros en si fue un regalo de Dios.

Por otro lado, como ustedes sabrán la Patagonia desde los tiempos pretéritos hasta ahora, a sido un lugar muy distante para el resto del país. Los pobladores y los primeros profesionales que llegaron ahí, tenían que hacer milagros para sobrevivir, ya sea por los alimentos que eran escasos o no llegaba con la regularidad requerida, (la nieve y el difícil acceso), solamente desde Argentina llegaban alimentos o herrajes para subsistir de alguna manera en el lugar.

La vida del funcionario público en esos tiempos era muy difícil, tenían que ir aperados del norte de todo lo necesario para que no fuera su desempeño más hostíl.

La ECA, era todo lo que podría abastecer a los lugareños de algunas cosas, o uno que otro negocio pequeño que no ofrecía mucho y, además, muy caro para comprar.

De Bertrand a Guadal, lugar más cercano para comprar algunas provisiones, habrían 28 kilómetros de distancia, que normalmente había que cruzarlo con nieve hasta la cintura. Cochrane, distante a 60 kilómetros aproximadamente , era ya un imposible.. Debemos decir

que en la década del 1970 y 1980, la nieve era muy abundante, era muy difícil el paso de algún vehículo, solamente caballo.

Cuando las nevazones duraban una semana o más había que estar dentro de casa y esperar con los pertrechos que se habían acopiados en su momento.

Ahora en los lugares aledaños a Puerto Bertrand, para que hablar de barcazas, no habían. Recorría en esos tiempos un lanchón proveniente de Chile Chico, El Andes, que se demoraba 8 horas en navegar la rivera del Lago General Carrera, la cual Bertrand era su último puerto, recorriendo por supuesto, Guadal Pto. Tranquilo, Murta ,Pto. Sanchez. Puerto Cristal y Chile Chico.

Volviendo al sacerdote ,Pablo Benecian, sabía de esa realidad y llegaba de Cochrane hasta nuestra casa-escuela, en Bertrand con un sinfín de mercaderías, o más bien todo lo que apalancaba después de haber celebrado un bautizo o un matrimonio, recogiéndolo en un gran mantel para llevárselos a los pistoleros, graciosamente , así llamaba a mis hijos. Para que les cuento , ¿Qué llevaba ese improvisado bolso? : quesos, panes, tortas bebidas, carne, etc, etc.

Pienso que aquel sacerdote pasó hacer más que un siervo de Cristo, fue como un abuelo para mis hijos, confesor, amigo y compadre, para mi esposa y yo.

“LAS HOSTIAS”

Como la mayoría de las personas sabe que los curas cuando imparten sus sacramentos, siempre llevan una

cajita de hostias con el fin de representar el cuerpo de Cristo a través de la representación del pan y el vino, la sangre de Dios, que es una parte de la ceremonia central en los católicos.

En una oportunidad fue a realizar su misa con la comunidad pero se dio cuenta que solamente tenía la hostia más grande, que era para el sacerdote usadas para ofrendarlas a Dios. Las más chiquititas, ni seña, eran como monedas de cien pesos. En el momento tuvo que improvisar y repartir en pedacitos pequeños su hostia para sus feligreses.

Al llegar a casa del profesor, enojado y sonriente, paradójico. Preguntó a mis hijos. –pistoleros, ¿qué pasó con las hostias?.Carlitos, el más pequeño respondió.

–“padrecito, estaban ricas”, -“las comimos con mermeladas”.

Yo no supe que decir…

Almorzando, Carlitos jugando en el suelo, pequeñito, morenito, ojos grandes tira de la bastilla del pantalón del cura y le dice-padre, padre. El cura prontamente le responde

-“qué quieres pistolero”, a lo que mi hijo le responde, -“en el nombre del padre, del hijo y del espíritu….”Pero el buen cura los regaloneaba.

LO COTIDIANO

El sacerdote al anochecer tomaba la guitarra de mi señora y se ponía a cantar con nosotros. Comento, como pastor y abuelo era una hermosa persona, como cantante, nunca habíamos escuchado una persona tan estridente en voz, pero igual amenizaba las noches con su seuda cantata.

Bueno, cuando uno es funcionario público y además llevaba su familia al lugar donde iba a trabajar, especialmente la patagonia que estaba muy distante del otro Chile. Siempre uno llevaba los pertrechos precisos para el grupo familiar. Comento esto porque cuando iba el cura y se alojaba en mi casa. Mi señora dormía con mis hijos en la cama de ellos, la cama matrimonial la ocupaba el cura sólo. Adivínen

¿cómo lo hacía yo?…Colocaba un cuero de oveja al lado de la estufa y dormía encima de eso no teniendo más cobertores que la estufa, imagínense con la nieve hasta el techo, ufff.

No me quejo, lo cuento valientemente, fue una bonita experiencia de bendición y fue hermoso el compartir y dar lo mejor a un ciervo de Dios, como lo fue el curita.

LOS CABALLOS

En una oportunidad Carlitos y su hermano Félix estaban en el paradero que había justo a la entrada de Bertrand y se acercaron unos niños del lugar. A lo que mi hijo preguntó.-

¿Tienen caballos ustedes?, y uno le contesta- sí, pero están en la vega de los Sanzanas. Félix, el hermano mayor le dice

–¿Podríamos andar a caballo?, -Si respondieron los lugareños. -¡esperen, vamos a buscarlos!…

A los 20 minutos o más, Carlitos escucha unos galopes a lo lejos y cada vez con mayor intensidad, cuál sería su sorpresa que vio a cuatro niños en cuadrupedia, agachados en cuatro patas, con unos tarros como manos , brincando como un caballo.

La Tropa

En la patagonia siempre hay sorpresa. Caminando con mi familia por el costado izquierdo del Baker en una visita que realizaríamos donde la pobladora Marina Verdugo, cerca del río Neff, de repente escuchamos un ruido que cada segundo posterior se hacía más estruendoso. Venían por nuestra ruta Cochrane-Guadal aproximadamente 500 cabezas de ganado que eran guiados por unos troperos, tres, supongo y varios perros ovejeros. No teníamos ninguna salvación para enfrentar el impacto de tanto ganado. Por tanto le digo a mi señora que buscáramos árboles fácil de subir , uno con cada niño. Vimos dos coigues frondosos y nos subimos. Apenas podíamos mantenernos en los ganchos. Durante 15 minutos, toda una eternidad para nosotros vimos pasar bramando y al tropel los vacunos, ya sus cachos nos rosaban, que miedo, que momento, dejaban tras de sí, polvo denso y un calor sudoroso en nuestras manos que ya no resistían el peso de nuestros hijos.

DIGNIDAD

En Pto. Bertrand habían muchos vecinos que vivían alrededor del Baker, mejor dicho en el lago Bertrand. Uno de ellos Anselmo Soto, tenía que venir de un sector llamado lago Plomo, distante a dos horas remando o a vela, según la situación. Esta embarcación contaba con un motor fuera de borda, pero el poblador partía de su sector a remos y apenas divisaba el caserío de Bertrand hacía andar el motor del bote, para que todos creyeramos que había usado en todo su recorrido el motor. Bueno, nosotros sabíamos que

el combustible era caro y escaso. En busca de la carne

Como le comentaba anteriormente, los alimentos eran muy escasos por la distancia entre los sectores que tenían algunos negocios o sencillamente se agotaba muy rápido. Un vecino del sector del Baker nos invita a su casa que estaba bien alejada del poblado, cerca de la base de los cordones cordilleranos. El Sr. Sobarzo nos ha regalado a la familia un chivito para que tuvieramos alimentación para algunos días. Su familia nos atendió tan bien que se nos oscureció. Andaba con mi hijo mayor que tenía aproximadamente como 9 años. Así que en una mano llevaba un bolso que contenía el animal, y en la otra llevaba tomado de la manito a mi pequeño. Empezó a nevar copiosamente, como ocurría normalmente en la patagonia. Agradezco siempre la gracia de conocerme los caminos y con ciertos puntos de referencia me ubicaba de lo más bien. El problema fue que se nos oscureció, repentinamente y con la premura de bajar rápidamente, coloco a mi hijo sobre mis hombros y así ganar más tiempo para ir bajando con más soltura. Adivinen lo que pasó. Meto un pie a un orificio que no vi en esa oscuridad, caigo. Mi hijo pasa de largo y cae sobre la nieve, y el bicharraco se me fue, no sé dónde. Más de media hora entre tanteo para encontrar el chivo y, por supuesto, mi pobre hijo ,todo mojado con la nieve que ya se estaba acumulando en el sendero.

Llegamos a casa, nos esperaba mi señora con la cocina a leña encendida, nos cambiamos ropa y nos hicimos unos sabrosos trozos de carne. Nos reíamos a carcajadas con

mi señora y el pequeño cuando nos acordábamos de la caída, especialmente cuando se nos perdió el chivo, nuestro codiciado tesoro.

En la escuelita , trabajaba con otro profesor, el chilote Alvarado, lo habían mandado desde Cochrane a trabajar en Pto. Bertrand.

Este colega era de Chiloé, cerca de Ancud, de un lugar llamado Manao, era superticioso y muchas veces que nos tocaba salir a pie. Cantaba un ave llamado chucao, si cantaba por la izquierda el decía que nos iba a ir mal, si cantaba por la derecha no íbamos a tener ningún problema.

Con él algunas veces íbamos a Guadal en un pequeño auto Fiat 600 que había llevado al lugar. Al volver del viaje quedamos en panne y tuvimos que empujar el vehículo en el tramo de Pampa Seguel, algo había pasado con el alternador que no quería partir. Mis hijos se empezaron a poner inquietos por el problema y él para que la maniobra de empuje fuera más relajada les contaba chistes. Me acuerdo de uno que realmente nos hizo reir todo el viaje. “En un colegio había una profesora que le dijo a los alumnos que hablaran de distintos tipos de música y la forma en la que los escuchaban. Al otro día los alumnos llevaron radios, grabadoras y empezaron a decir los distintos tipos de música que escuchaban, unos tango, otros chamamé, pero Juanito sacó un lavatorio de aluminio y la profesora, extrañada le pregunta, ¿qué traes ahí Juanito?. -Un bolero , señorita.- pero eso no toca, ¿para qué le sirve a tu padre?. –Para lavarse las bolas señorita…

Bueno,   al   final   arreglamos    el   desperfecto    del   auto   y llegamos sin novedad a nuestra casa.