Andrea Durán
Académica Trabajo Social UCEN

Luego de dos años de pandemia, confinamiento y restricciones, volver a las aulas fue un desafío tanto para las familias como para la comunidad escolar. Los primeros meses de 2022 estuvieron cargados de nervios, ansiedad y dificultades evidentes en las relaciones interpersonales. A diferencia de otros años, se ha visto no solo violencia entre escolares, sino entre padres y docentes y, lo peor entre padres y escolares, aunque en menores casos.

¿Qué han hecho los establecimientos educacionales? Han intentado mitigar estas problemáticas, ya sea con sus propios profesionales o redes externas que abordan la temática de convivencia escolar. Sin embargo, los equipos educativos en muchas ocasiones se sienten sobrepasados, ya sea por la falta de capacitación o poco personal para hacerse cargo de este fenómeno.

El Ministerio de Educación en función del elevado número de casos asociados a enfermedades respiratorias y la ocupación de camas pediátricas -que llegó al 87% en junio-, adelantó y extendió en una semana las vacaciones de invierno, con lo cual los/as escolares tuvieron un respiro, no así los docentes que debieron adelantar los procesos de evaluación para cerrar el semestre. Pese a las críticas recibidas en el momento, la medida se advierte acertada, pues los números efectivamente bajaron y junto con ello la tensión en los establecimientos.

En esta segunda parte del año los escolares llegan con las pilas recargadas, pero siguen como observadores participantes de un escenario social complejo. Seguimos con la pandemia del Covid-19 y la nueva epidemia del mono, con una alta percepción de inseguridad. Además, estamos próximos a un plebiscito que podría cambiar la historia de Chile, trasladando el tema a varios establecimientos educacionales de nuestro país.

Ser escolar en estos tiempos, en nuestro país, no es fácil. Nadie espera que su hijo o hija a vaya al colegio y regrese al hogar violentado. Para reducir los niveles de violencia presentes en los establecimientos se necesita una nueva alianza. Un compromiso entre las familias, escuelas y sociedad civil que deben en su conjunto proteger las infancias.

Las familias están llamadas a hacerse cargo de lo que sucede con sus hijos en proceso de formación para la vida adulta. Los niños, niñas y jóvenes han de estar involucrados en el contexto social, pero acorde con su edad y lo que desde allí puedan comprender. Para mitigar los efectos negativos de los tiempos que corren han de bien utilizar su tiempo.

Hoy más que nunca la invitación es para las familias a buscar espacios para sus hijos/as donde puedan practicar deporte, acceder a cultura, así como actividades que les permita compartir con personas de su edad, en espacios al aire libre, en contacto con la naturaleza. Quizá con ello puedan contagiar de tranquilidad a sus familias, a sus pares y comunidades escolares, partiendo por tener sus propias vidas en calma.