Bicicletas y nuevo ethos de movilidad urbana

Francisco Vergara Director Centro de Producción del Espacio Universidad de Las Américas

Enfrentamos la amenaza de la extinción humana, sin más opciones para el ciudadano común que cambiar los modos de vida esperando que las grandes empresas contaminantes también hagan lo suyo. Uno de los cambios con los que las personas pueden aportar es bajarse del auto y subirse a la bici. Quizás no todos puedan, pero mientras más lo hagan, mejor para todos.

Para algunos historiadores, la bicicleta surge con bocetos de Leonardo Da Vinci, pero el primer modelo reconocido oficialmente se registra en Alemania en 1817, el que luego sería perfeccionados por los holandeses e ingleses. Desde esos lejanos años de revolución industrial, la amenaza climática que se vino encima del mundo hizo algunos inventos de esos años más deseables que otros, convirtiendo a la bicicleta en un símbolo de sustentabilidad. Los datos son contundentes: privilegiar la bicicleta podría reducir un 10% de las emisiones de carbono y reducir 24 trillones de dólares en gastos asociados al cambio climático hasta 2050.

En Chile, la Encuesta Origen Destino de Santiago 2012, indicó que un 39% de los viajes en automóvil privado casa-trabajo-casa son de menos de 5 kilómetros., una distancia pedaleable según el experto en transporte Ricardo Hurtubia. En base a la encuesta Casen 2017, se identifican 932.512 personas que se desplazan hacia sus trabajos en vehículo particular diariamente, si se lograra que todas esas personas cambiaran el auto por la bicicleta, se podrían reducir 335 mil toneladas de CO2 anualmente, equivalente a lo que absorben cada año 16 millones de árboles. En esa misma línea, una persona que se baja de un auto para moverse en bicicleta equivale a 18 árboles maduros consumiendo CO2 y ayudando a nuestra subsistencia en el planeta.

El desafío está en gran parte en las autoridades. Las ciclovías en Chile son deficientes y escasas, mientras las calzadas son tremendamente agresivas para ciclistas. Existe evidencia sobre el tráfico inducido, es decir, el aumento de carriles vehiculares aumenta también la cantidad de vehículos en la vía, por lo que la congestión automotriz se satura al poco tiempo de inauguradas las ampliaciones viales. Quizás es momento de una política de tráfico inducido para bicicletas, donde un aumento considerable de la cantidad de vías exclusivas para ellas implique un avance determinante en reducir las emisiones de CO2 desde el propio funcionamiento de las ciudades. El gobierno entrante viene con estas ideas bajo el brazo y es preciso que comiencen a ver la luz.