Prof. Felipe Almuna Salgado. Universidad Austral de Chile, Sede Puerto Montt

Desde el año 2000, y cada tres años, aproximadamente 600.000 estudiantes de aproximadamente 15 años de los países pertenecientes a la OCDE y de algunas economías invitadas rinden la medición PISA. El 2018 participaron 79 países, entre ellos Chile. A diferencia de otras mediciones internacionales, PISA no mide lo que los adolescentes han memorizado. Al contrario, su propósito es conocer cuán exitosos están siendo los sistemas educativos en preparar a las nuevas generaciones de estudiantes con las competencias y habilidades necesarias para vivir, actuar y alcanzar sus objetivos en la sociedad del siglo XXI en los dominios de Lectura, Matemática y Ciencia. En palabras simples, PISA trata de medir la habilidad de pensar que las máquinas aún no han dominado.  Los últimos resultados revelan que Chile no hay nada nuevo bajo el Sol; seguimos estancados en el ranking. En el dominio de Lectura somos el país latinoamericano con mejores resultados (lugar 43). En Ciencia y Matemática los resultados no son muy diferentes; Chile encabeza el ranking de países latinoamericanos en Ciencia (en el lugar 45) y en Matemática ocupamos el lugar 59. En general, los resultados indican que Chile mejoró—al igual que Alemania y Jordania—el rendimiento en el dominio de Lectura, pero no en Matemática o Ciencias, pero que en conjunto con 23 países (entre los cuales se encuentran Francia y E.E.U.U.) no existieron diferencias estadísticamente significativas entre los resultados 2015 y 2018 en los dominios de Lectura, Matemática y Ciencia. El espacio en esta columna impide un acabado análisis de los resultados (los cuales están disponibles en https://www.oecd.org/pisa/), pero indican—muy resumidamente en el dominio de Lectura—que 1 de cada 4 estudiantes chilenos de aproximadamente 15 años pueden solo pueden identificar la idea principal en un texto de moderada extensión y que solo el 0,2% (¡1 de cada 500!) de nuestras y nuestros estudiantes logran el nivel más alto en Lectura; es decir, pueden contrastar e integrar información que representa múltiples y potencialmente conflictivas perspectivas, utilizando múltiples criterios y generando inferencias a través de piezas inconexas de información para determinar cómo se puede usar esta. Lo anterior, contrasta con la proporción de estudiantes en el nivel más alto de esta competencia de algunos sistemas educativos como en Singapur con un 7,3% de sus estudiantes. PISA no proporciona causas de los bajos resultados de Chile, solo revela los síntomas. Una vez más, las posibles soluciones a los bajos resultados son conocidas; diversos estudios dan cuenta que hay que encarar la brutal desigualdad en el sistema educativo, invertir y crear un sistema de profesionalización docente de calidad y continuo, enseñar poco centrándose en habilidades y competencias más que en contenidos y en el saber hacer bien, y centrarse en la educación preescolar, pero no en contenidos, sino que en habilidades sociales y emocionales. ¿Se puede?, ¡por supuesto! Se requiere una mirada de estado, en que los distintos sectores políticos y gobiernos —independientemente de su ideología—, la academia, las y los docentes, los distintos centros y federaciones estudiantes y apoderados nos sentemos a conversar y a establecer una hoja de ruta para contribuir a mejorar las oportunidades para nuestras y nuestros estudiantes, y en definitiva mejorar el futuro de nuestro país, sin que la desigualdad y el tipo de colegio sean factores primordiales que se correlacionen con en el éxito académico.