Incansablemente en los medios de comunicación se habla del rol simbólico de las monarquías y su escaso poder político. Sin embargo, la monarquía británica tiene dos ámbitos de poder, por un lado, todo lo que corresponde a la representación ceremonial de un jefe de Estado, y por otro, algunas atribuciones más grises que se expresan al momento de influir en la construcción de ciertas leyes.

Elisabeth II durante su reinado logró con cierta maestría la transición de Reino Unido de un imperio global a una potencia de segundo orden. La creación de la Commonwealth of Nations, institución que agrupa a las antiguas colonias del fenecido British Empire, le permitió a la corona acrecentar su importancia en el ámbito de las relaciones internacionales.

La monarquía británica al unísono que las de Bélgica, Holanda, Noruega y Suecia, se presenta como un hilo unificador de las naciones y los países en los cuales detenta la jefatura de Estado. Por eso los divorcios de algunos de los miembros de la Casa de Windsor fue un asunto de Estado, ya que influía en la persona que heredaría la corona. En este contexto quizás la magia de esta familia consiste en transformar su vida personal en un asunto de interés nacional.

Otro ámbito del ejercicio del poder de la Casa de Windsor es su influencia a la hora de redactar cierta legislación. The Queen’s Consent (Consentimiento de la Reina), es una convención del Parlamento de Reino Unido bajo la cual se solicita el consentimiento de la corona en cada proyecto de ley que emane de los debates parlamentarios en que se afecte las propias prerrogativas o intereses de la familia real (bienes personales, herencias y competencias legales). También existe el “consentimiento del Príncipe” que es una doctrina similar para el Príncipe de Gales.

Los monarcas ingleses cuentan con un poder que se ejerce en las penumbras de los debates parlamentarios, escapando de cualquier mirada escudriñadora de las instituciones políticas o de los medios de comunicación. Sumado a lo anterior, las reuniones semanales con el primer ministro, la extensa red de familiares que trabajan en el Estado y en las empresas privadas, le dan un poder de lobby que ya lo quisiera cualquiera compañía privada.

La monarquía británica ha sobrevivido a guerras, revoluciones y gobiernos de diferentes colores políticos, conservando la jefatura de Estado en el Reino Unido y en algunas excolonias. Algunos medios de comunicación colaboran en proyectar una imagen pública de la familia real, los cuales informan sobre las intrigas en Buckingham. En definitiva, los Windsor han construido su poder en publicar su vida cotidiana en la esfera pública, dejando espacios grises sobre un rol político que supuestamente no tienen.

Marcelo Valenzuela
Investigador Facultad de Comunicaciones y Artes
Universidad de Las Américas