Carmen Gloria Arroyo, abogada y socia de grupodefensa.cl

Durante la pandemia las mujeres que desempeñábamos labores remuneradas, que salíamos a trabajar, tuvimos que enfrentar decisiones bastantes complejas. Volvió a ser un tema central el desafío de compatibilizar la vida profesional con la de madre, dueña de casa y mujer, porque nos dimos cuenta que, en muchos casos, seguimos cargando solas con esa multiplicidad de responsabilidades.

Sin ayuda para las tareas de la casa, muchas mujeres tuvieron que compatibilizar y distribuir su tiempo entre el teletrabajo, el cuidado de sus hijos y sus hogares. Esta situación ha dificultado el retorno laboral.  Las estadísticas han hablado de una baja sustantiva en el número de mujeres que participan del mundo del trabajo dependiente en comparación con las cifras alcanzadas antes de la pandemia.  Las razones son diversas y pasan por los costos de alguien que les ayude con las labores del hogar, la dificultad del retorno a clases de sus hijos, la pérdida de la fuente laboral, etc.

A pesar del ingrato escenario, que una vez más constata los estereotipos de género, asignando exclusivamente a la mujer una serie de roles que debemos asumir solo por el hecho de ser mujeres (cuidado de los hijos y labores del hogar); muchas buscaron una forma de salir adelante, de aumentar sus ingresos y con eso ayudar a la economía del hogar.  Otras lo hicieron para mantener o buscar su independencia y así poder salir o evitar caer en los círculos de violencia que se vieron fuertemente aumentados durante este período.

Es así como un alto porcentaje de mujeres ha decidido emprender.  Un estudio realizado por los ministerios de Economía y de la Mujer y Equidad de Género, en conjunto con Cadem, en el que se analizó el emprendimiento femenino en tiempos de pandemia, sostuvo que el 24% de las mujeres declara efectivamente poseer un emprendimiento; y un 53% de las emprendedoras lo inició hace menos de un año y medio, es decir, durante la pandemia.

En el mismo estudio, se preguntó a las mujeres por sus motivaciones, y entre ellas, se destacó la necesidad de aumentar sus ingresos (50%), la posibilidad de dedicarse a una actividad que les gusta (31%), la necesidad debido a quedarse sin trabajo (24%) y la posibilidad de compatibilizar labores remuneradas y no remuneradas (24%).

Sin embargo, es preocupante que muchas de estas emprendedoras no toman la decisión de formalizar su pyme.  De hecho, ante la pregunta de si iniciaron sus actividades en el Servicio de Impuestos Interno un 73% de las encuestadas dijo que no. Algunas explicaron que formalizar este trabajo pasa a ser una carga más, por lo que, la formalización es pospuesta hasta no tener mejores ingresos, hasta no tener un mayor historial como emprendedora, entre otros motivos.

Pero es importante formalizar, no hacerlo mantiene a las mujeres en una situación de precariedad, de inseguridad, porque no permite declarar cuáles son sus ingresos, no permite ordenar sus finanzas, no permite gozar de algunos beneficios que tienen las empresas en este tipo de emprendimientos en nuestro país.

A pesar de esta dificultad, un estudio de Corfo del 2018 señala que los emprendimientos femeninos fracasan un 7% menos que los masculinos, quizás esa mayor perseverancia tiene que ver con la responsabilidad de sacar adelante a sus hijos, un alto numero de ellas ejercen como como jefas de hogar y su participación en el trabajo formal y remuneración sigue siendo menor a la de los hombres. Esto las hace comprometerse más con sus propios emprendimientos, porque son -en muchas ocasiones- su única fuente de ingresos para poder seguir sacando adelante a la familia.

Es importante que las mujeres se acerquen a buscar ayuda y orientación para formalizar estos emprendimientos y poder realizar todas las gestiones contables, tributarias, que le van a permitir conocer su negocio, ordenarlo y también optar a los beneficios que entrega el Estado. Emprender es un desafío y las mujeres estamos preparadas para eso y mucho más.