Yonathan Fuentealba Contreras

Director Escuela de Liderazgo

Universidad San Sebastián – Sede De la Patagonia.

¿Por qué nuestra sociedad está cambiando tanto y tan súbitamente? Probablemente los antropólogos comenten que la humanidad progresa evolutivamente, e inevitablemente cambia sus hábitos de vida. Los sociólogos expresarán que las culturas se complejizan y varían de acuerdo con el contexto histórico. O bien, desde ciertos sectores de la filosofía justificarán esta situación como el auge de una nueva metafísica.

¿Cuál es esta sociedad actual? Sin caer en una generalización, pues no todas las personas actúan así, cada día vemos más violencia y actos que no se justifican con lógica alguna ni se comprenden desde el sentido común. Quizás la globalización y la tribuna comunicacional para estos eventos e infortunios permite observarlos con mayor frecuencia, pero es innegable que nos hemos vuelto una sociedad distante, intolerante, poco dialogante, violenta… hemos perdido la apatía por el prójimo, el respeto. ¿Suena fatalista? Lamentablemente lo es. Los principios y valores que nos sostienen son fuertemente asediados, subversivamente atacados y la hegemonía del relativismo nos ha conquistado. Todo para pensar fatídicamente que no hay vuelta atrás.

Sin embargo, no podemos perder el horizonte, la esperanza, ni menos atender la oportunidad de enmendar la situación. Es un deber moral, es responsabilidad. Es necesario observar la mejor hoja de ruta que la virtud humana puede ejercer, la que nos enseña un líder que apareció, inesperadamente para algunos, hace más de dos mil años y dividió el tiempo en dos. Esta semana los creyentes recordamos el sacrificio de Cristo, y no solo podemos reflexionar el acontecimiento desde una perspectiva religiosa y espiritual, sino que también observar su liderazgo, su humanidad, su historicidad misma y su integridad.

Una de sus últimas palabras en la cruz fue: “Todo está cumplido”, oración que nos refleja el cumplimiento de una vida íntegra, de un ministerio de amor y verdad, de servicio, empatía y caridad, la voluntad expresa del perfecto designio divino para la humanidad. Él nos enseña el bien, pero también el perdón, nos muestra el camino y una ética de la vida misma. Su sermón del monte nos entrega una exquisita lección, el amor al prójimo es necesario y el respeto de la dignidad humana es intransable. Su sacrificio en la cruz nos muestra la humildad y el perdón.

El lector de esta columna puede ser creyente o no, y quizás el legado de los valores cristianos no es tema para él, pero la historicidad de Cristo muestra una vida ejemplar, un innegable modelo de vida, de liderazgo, un ejemplo de persona. Y en el extremo caso de que usted sea un escéptico de la divinidad del nazareno, al menos puede contemplar la vida virtuosa de este personaje bíblico y reflexionar en ello.

Seguir este modelo de vida nos ayuda al bien común, y quienes somos parte de la educación de otras personas tenemos un gran desafío: Formar de manera integral, no sólo en la entrega de conocimiento, herramientas y competencias, sino también en principios y valores. Una formación virtuosa, que se encuentra ejemplarmente en la vida de Jesús.