Dr. Carlos Haefner, Instituto de Gestión e Industria, Universidad Austral de Chile.

Los municipios son organizaciones orientadas a administrar y generar servicios a la comunidad. Por tanto, se espera de ellos que realicen una gestión de calidad en todos los procesos que implica la producción y distribución de bienes públicos a la población.

Lograr dichos objetivos supone que lo municipios cumplan con las condiciones básicas de lo que podríamos señalar como capacidades institucionales suficientemente fortalecidas para cumplir su misión.

No obstante, diversos estudios y mediciones – entre ellos el que invito a revisar, nos señalan que un número importante de municipalidades se caracterizan por presentar debilidades estructurales para dar cumplimiento a las funciones privativas y compartidas que le asigna la ley orgánica constitucional de municipalidades.

Ciertamente hay razones de fondo que explican la heterogeneidad del sistema municipal, chileno y como ellas inciden – finalmente – en gestiones deterioradas y de corto alcance para poder satisfacer la demanda de la ciudadanía.

Qué duda cabe que hay un tema de fondo de financiamiento insuficiente para abordar las crecientes y diferenciadas tareas que se les asigna, ya sea por el propio aumento de la complejidad del territorio que deben abordar y, por cierto, de los costos del agenciamiento derivados de las políticas públicas sectoriales que tienen como punto de llegada al municipio para poder hacerlas operativas.

Sin embargo, en fundamental señalar que más allá de la plausibilidad de lo señalado un número no menor de municipios tienen serios déficits de capacidades para gestionar estratégicamente su quehacer.

Vale decir los municipios tienen falencias importantes en diversos ámbitos de gestión, especialmente, en lo que respecta a la satisfacción de los usuarios en torno a los procesos de prestación de servicios. Lo cual es muy grave, dado que no se está cumpliendo con su objetivo esencial que es justamente generar valor público que suponga mejorar las trayectorias de vida de los ciudadanos y ciudadanas.

De igual manera -y hay bastantes ejemplos para demostrarlos-  los mecanismos de control de la gestión que permitan garantizar procesos trasparentes y probos no son especialmente eficientes. Es cuestión, de observar lo que ocurre en la municipalidad de Puerto Montt.

Estamos en el país y en nuestra región en un despliegue de campaña municipal festiva, siempre cargada de jingles, regalos y promesas inconmensurables que ha sido la tónica desde los años 90. Tal vez, si luego de años de decepciones asociados a malas gestiones municipales, solo nos prometieran tres cosas, todo sería más sencillo: Eficiencia, eficacia y probidad.