Señor director:

La dramática pandemia por el Covid-19, ha generado una fuerte caída de la emisión de dióxido de carbono a nivel global debido a las cuarentenas que han frenado el transporte aéreo, marítimo y terrestre, así como las actividades industriales. Paradójicamente la agresiva situación sanitaria ha demostrado empíricamente la enorme contribución que realizan las operaciones industriales y el transporte al deterioro de la calidad del aire y el medio ambiente en general.

Uno de los beneficios más observables ha sido una menor contaminación atmosférica y acústica, así como una reducción de la congestión vehicular en las ciudades.

En nuestra Región Metropolitana hemos vivido un invierno con un 40% menos de emisiones de contaminantes, lo que seguramente contribuyó a que se redujeran los clásicos cuadros infecciosos respiratorios que tanto dañan año a año a nuestra población.

Asimismo, desde marzo hemos sido testigos de cómo ante la quietud de las ciudades los pumas y cóndores han bajado a las zonas pobladas en busca de alimento debido a la escasez generada por la sostenida sequía que nos afecta, a  consecuencia del cambio climático, la sobre explotación de las fuentes hídricas y la inequidad en el acceso, que  durante  esta pandemia ha dejado de manifiesto cómo algunas comunidades carecen de este vital elemento, viéndose imposibilitadas de practicar  el básico  lavado de manos regular que se recomienda.

Así las cosas, esta situación nos da indicios claros sobre qué hacer para enfrentar la crisis climática y social, de modo de alcanzar una recuperación más sostenible.

En esta línea hace unas semanas el presidente de China, el país con mayor emisión de dióxido de carbono en el mundo, fijó como meta lograr la neutralidad de carbono antes de 2060, e instó a todos los países a una recuperación verde de la economía mundial post Covid -19.

Esto ocurre en un momento en que tanto China como Estados Unidos, han sido impactados por condiciones meteorológicas extremas, que expertos en la materia, relacionan con el cambio climático: fuertes lluvias e inundaciones en el primer país y temporada de huracanes e incendios forestales en el segundo.

Chile no se ha quedado atrás, adelantando el objetivo de descarbonizar la matriz de energía eléctrica para el 2024 y lanzando la Estrategia de Residuos Orgánicos que busca reciclar el 66% al año 2040. Esta Estrategia es parte de la Ley de Responsabilidad Extendida del Productor, que se enmarca en el compromiso de reducir los Gases de Efecto Invernadero, lo que es clave si se considera que el 58% de los residuos que generamos en los hogares son orgánicos, vale decir son restos de frutas y vegetales, de los cuales hoy no se recicla más del 1%, desperdiciando así la oportunidad de producir biogás, humus y compost. Con estos dos últimos productos podríamos mejorar la producción agrícola y contribuir a una mayor seguridad alimentaria, un aspecto esencial para una recuperación más sostenible.

En Arcadis, nos sentimos motivados en aportar de manera significativa y ser partícipes de este momento tan crucial y así lograr una recuperación que genere mejor calidad de vida en las personas, lo que involucra necesariamente un medio ambiente más sano. Dada nuestra larga experiencia en todo el mundo, en consultoría medioambiental, sostenibilidad y resiliencia, contamos con el conocimiento y la pasión para hacer una efectiva contribución.

La provisión de recursos alternativos, renovables y sostenibles para cubrir las crecientes necesidades es más necesaria que nunca, así como lo es la equitativa distribución, la gestión de los riesgos, la educación para un consumo consciente y la participación y trabajo colaborativo. Por lo mismo, es tarea de todos generar resultados que encuentren el equilibrio entre el desarrollo de inversiones, el cuidado del medio ambiente y el respeto de los derechos humanos.

 

Paula Ortiz, gerenta de Proyectos, Arcadis Chile