* Columna de opinión escrita por Prof. María Ema Hermosilla, jefa de la Unidad de Gestión Ambiental, Universidad Austral de Chile

El pasado 3 de agosto se publicó la ley 21.100, que prohíbe la entrega de bolsas plásticas de comercio en todo el territorio nacional. Ésta, al igual que otras iniciativas para reducir los impactos del derroche de recursos y de residuos mal manejados, son avances importantes – pero no suficientes – en el desafío de instalar una cultura de responsabilidad individual y colectiva de cuidado ambiental. Pero para cambiar culturas, se necesita mucho más que promulgar leyes. En especial, se necesita educación, comprensión del problema, sociabilización de los impactos que producen los plásticos, especialmente los de un solo uso, y tomar medidas concretas para reducir su consumo. En este sentido, la Universidad Austral de Chile ha asumido desde hace casi 20 años el desafío de incorporar en la formación de su comunidad la comprensión y sensibilidad ante el problema; además de implementar acciones concretas para promover un cambio cultural en la gestión de residuos, instalando los conceptos de reducción, reutilización y reciclaje.

Una muestra del impacto que esto puede causar es la reciente inauguración de ECOGRANEL, que nace por la inquietud de estudiantes preocupados por el exceso de plásticos en la venta de alimentos, y que con el apoyo institucional logran instalar un proyecto comercial eco-amigable en el Campus Isla Teja. Por otra parte, se está impulsando la eliminación de envases de plumavit y plásticos de uso superfluo en alimentación y los laboratorios están pidiendo a sus proveedores disminuir embalajes.

Ojalá que con la prohibición de las bolsas plásticas en el comercio no suceda que la poca educación y sensibilización dejen la discusión en la pequeña mirada de que “nos quedaremos sin bolsas para botar la basura” o “igual todo está sobre embalado en plástico”. Ampliemos la mirada y seamos generosos para contribuir a la discusión de como innovar, fabricar productos biodegradables y por, sobre todo, detener la cultura del derroche, aprendiendo a ser productores y compradores inteligentes y conscientes, ya que una parte importante de los plásticos que hoy ponen en riesgo la supervivencia de los océanos, es desechable e innecesario.

Señor lector, si usted es un ciudadano que usa pajitas plásticas, toma café en envases desechables y si quiere bolsas plásticas, le invitamos a cambiar, porque no es una moda “andar” con elementos reutilizables, es la posibilidad de sobrevivencia del mundo que conocemos.