La nuclearización de Cora del Norte ha sido considerada, desde la óptica de occidente, una de las más importantes amenazas que ha enfrentado el sistema internacional en las últimas décadas. Desde que Kim Jong Un llegó al poder, el líder norcoreano ha evidenciado una actitud de rebeldía en aras de posicionarse como una potencia nuclear de facto a fin de lograr una autonomía política y militar que le permita no sólo evitar la dependencia económica y protección militar de China, sino también el condicionar la efectividad de las sanciones internacionales que pesan sobre Corea del Norte, y, sobre todo, en lo que refiere a materializar sus intereses estratégicos sobre toda la península coreana.

Esta actitud ha sido repudiada por importantes líderes a nivel mundial, siendo el más explícito Donald Trump, Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica.

Es por ello que sorprendió a muchos que Donald Trump aceptara la invitación a conversar que le hiciera Kim Jong Un. Lo anterior, en virtud de las descalificaciones y amenazas militares que ambos líderes se han proferido en los últimos dos años y que han maximizado la tensión en una zona considerada como “caliente” desde le perspectiva de la polemología.

Ante esto, resulta importante señalar algunas consideraciones respecto a las posibilidades de éxito que tendrá el encuentro:

Si bien es cierto que la diplomacia es una herramienta que bien utilizada puede evitar conflictos internacionales, también lo es el hecho que su instrumentalización no sólo evidencia un fracaso de su objetivo original, sino que también maximiza la posibilidad que los conflictos se agudicen o materialicen, especialmente, cuando en la mesa de negociación están presentes líderes que son personalistas y que se han mostrado capaces de conjugar erradamente los efectos políticos y militares que tendría una potencial ofensa.

Así entonces, y a partir de las desconfianzas mutuas, pareciera ser un error que Trump haya aceptado esta invitación, especialmente cuando no se logra evidenciar que existan posibilidades de éxito en función de las exigencias de ambas partes.

Esto es así, ya que el éxito de Trump sólo se lograría a partir de sendas concesiones que debiera realizar el régimen de Kim Jong Un y que refieren a su desnuclearización absoluta y el regreso de las inspecciones de la Organización de la Energía Atómica; condiciones que se ven muy lejanas de ser aceptadas por Corea del Norte. A su vez, Kim Jung Un exigiría no sólo el cese de las sanciones económicas en contra de su régimen, sino también el retiro de las tropas militares norteamericanas que están asentadas en Corea del Sur.

En ese sentido, y sabiendo que ambos líderes han amenazado militarmente al otro, resulta complejo esperar que la diplomacia, ejercida por líderes que desconocen de la técnica diplomática, pueda funcionar y logre evitar el aumento de las tensiones y amenazas entre Estados Unidos de Norteamérica y Corea del Norte.

Pedro Díaz Polanco

Director de la Escuela de Administración Pública

Universidad Austral de Chile