Inés Rose Fischer

Directora Carrera de Psicología

UST

 

Circula en estos días en las redes sociales un video con un experimento hecho a familias en la cena de Navidad. Se les hace una serie de preguntas a los miembros; según su edad, se les pregunta por actualidad, farándula, series de Netflix, conceptos tecnológicos, videos virales, influencers, pasos de moda, etc. Y de pronto, las preguntas pasan a ser: ¿cómo se conocieron tus abuelos?, ¿dónde se casaron tus padres?, ¿cuál es el sueño de tu esposa?, ¿cuál es el grupo de música preferido de tu hijo?, etc. Resultado del experimento: las personas saben dónde se conocieron Homero y Marge de Los Simpson, pero no dónde se conocieron sus padres…

Los comentarios son variados: ¡Muy bueno! , ¡La pura verdad!, ¡Qué fuerte!, ¡Nunca es tarde!

Sea cual sea la reacción, el video no deja indiferente y da para pensar y discutir.

Las personas van saliendo de la mesa en la medida que no conocen la respuesta a alguna pregunta que se les hace. Sus rostros reflejan no la típica frustración de haber perdido en un juego, sino la tristeza de haber sido pillado en tal falta, sobre todo los adultos, que son los encargados de sembrar las semillas y transmitir con su ejemplo a las nuevas generaciones.

Pero el ejercicio da una nueva oportunidad: terminado el experimento, las personas vuelven a la mesa, dejan sus celulares en un canastillo y empiezan a conversar y a hacerse aquellas preguntas cuyas respuestas ignoraban: ¿dónde nacieron los abuelos?, ¿cuál fue tu primer trabajo?, ¿cuál es tu mejor recuerdo?,  ¿por qué escogiste a tus amigos?, ¿cuál es tu comida favorita?…

Démonos todos una nueva oportunidad esta Navidad, vivámosla en familia y como familia. Recordemos a nuestros hijos, sobrinos y nietos que el origen de la Navidad no está en el Viejito Pascuero, si no en una familia humilde y un bebé que nació en un pesebre para dar amor y esperanza a toda la humanidad.