El futuro humano en compañía de máquinas pensantes
Por Luis Muñoz Gebert, director de Ingeniería en Informática del Instituto Profesional Santo Tomás Puerto Montt.
Una de las preocupaciones más recurrentes relacionadas con la inteligencia artificial se centra en nuestra futura interacción con las máquinas, especialmente si éstas llegarán a desarrollar la capacidad de pensar. Sin embargo, antes de abordar este escenario, debemos preguntarnos si las máquinas realmente podrían alcanzar tal capacidad.
Desde una perspectiva materialista —es decir, asumiendo que no existe una realidad más allá de lo material— y considerando las siguientes premisas: La neurociencia está comenzando a desentrañar el funcionamiento del cerebro humano y los procesos que subyacen al pensamiento; las técnicas de aprendizaje profundo no solo son capaces de simular el comportamiento humano, sino que operan de manera similar a como lo hacen nuestras redes neuronales; el pensamiento y sus diversas formas de expresión son, en esencia, manifestaciones de la materia y de su evolución a lo largo del tiempo; este pensamiento surge de las interacciones neuronales, sin requerir ninguna intervención divina o sobrenatural.
Si estas premisas son correctas, es razonable suponer que, tarde o temprano, seremos capaces de reproducir estas interacciones neuronales en máquinas y, con ello, habremos logrado crear pensamiento.
¿Qué sucedería si las máquinas llegaran a pensar, sentir o emitir juicios de valor? Reflexionar sobre el impacto ético y social de la inteligencia artificial es fundamental, ya que cuestiona el concepto de humanidad y redefine los límites entre lo natural y lo artificial.
No podemos dejar fuera de nuestro desarrollo a la inteligencia artificial ya que estas tecnologías podrían convertirse en aliadas clave para abordar desafíos globales, tales como las enfermedades y el cambio climático, entre otros.
Al pensar en nuestro futuro, muchos imaginan un escenario distópico donde una guerra entre humanos y máquinas se desataría una vez que estas tomaran conciencia de su existencia y percibieran a la humanidad como una amenaza. En este contexto, dos grandes autores de la ciencia ficción, Isaac Asimov y Frank Herbert, ya exploraron esta posibilidad en sus obras más emblemáticas: La Fundación y Duna, respectivamente. En ambas historias, los humanos logran prevalecer.
Sin embargo, en el cine, las narrativas más icónicas sobre este tema, como Matrix o Terminator, presentan un desenlace donde las máquinas triunfan. Esto refleja nuestra inclinación a dejarnos influir más por imágenes alarmistas y sensacionalistas que por una visión más reflexiva y realista.
El futuro se vislumbra luminoso, no es necesario ser alarmista, pero si cauteloso.