Lidia Cerda Directora Escuela de Educación Parvularia Universidad de Las Américas

Una de las principales dimensiones del desarrollo infantil en que se aprecian con mayor claridad las desigualdades de origen, es el lenguaje. El estudio de Hart y Risley “Meaningful Differences in the Everyday Experience of Young American Children”concluye que aquellos párvulos provenientes de hogares más desfavorecidos tienen un tercio menos de oportunidades de escuchar diversidad de vocabulario a través de conversaciones dirigidas hacia ellos, en comparación a los niños que pertenecen a hogares de nivel cultural alto. Esto se traduce en que los primeros manejan más de 600 palabras, mientras que los segundos, se acercan a las 2.200.

Una manera de enfrentar esta situación es la generación de ambientes promotores del desarrollo del lenguaje. Los jardines infantiles y salas cuna son un espacio privilegiado para este fin, por ello que los niños y niñas asistan es fundamental y debiera ser prioridad de la política pública, especialmente debido a que ha sido este segmento el más perjudicado por la suspensión de actividades durante la pandemia.

El contacto con los libros desde pequeños, además de potenciar el desarrollo del lenguaje, les permite aproximarse con su propia magia a la lectura. Se trata de un proceso de dos dimensiones:  individual en el que cada uno desarrolla habilidades y aptitudes propias; y social en relación con otros en forma cooperativa, con sus pares en el jardín infantil, con sus hermanos o amigos.

Leer es un proceso de construcción de significados donde interactúan el texto leído, el lector y el contexto del que lee y que dan pie a la comprensión lectora. Antes del primer año de vida los bebés ya interactúan activamente con los adultos a cargo, especialmente con su madre o cuidadores, luego con sus pares para comenzar a investigar y conocer el mundo, ya que han podido desarrollar su capacidad de atención compartida sobre un objeto, hecho o acontecimiento. El interés por hablar y entender estos sucesos pueden ser los primeros indicios de que serán buenos lectores en el futuro, interesados por el mundo impreso que los lleve a aprender el lenguaje escrito y su conceptualización. En definitiva, comenzar a entender el mundo desde una comprensión oral los llevará a la comprensión del mundo escrito en diversos textos y en distintos formatos.

Como educadoras y formadoras debemos estimular la curiosidad por los libros desde temprana edad, acercando a los niños y niñas por medio de diversas actividades, tales como leerles una buena selección de cuentos. También es posible motivarlos a escuchar audiolibros rescatando la tecnología que cada vez está más presente, sin descuidar que la lectura infantil debe ser una experiencia lúdica, placentera, amorosa que invite a imaginar y soñar en sus mundos de fantasías. Mientras más acceso a variedad de textos, tendremos más experiencias prelectoras y serán menos las desigualdades de cuna.