EDUCACIÓN FINANCIERA

¿ESTAMOS PREPARADOS PARA SORTEAR LA CRISIS?

Por Iván Cifuentes, director de Cifneg Consultores.

El año pasado, la economía chilena sufrió una contracción enorme, que podría compararse con la que hubo a principios de la década de los 80. Por supuesto, la pandemia Covid-19 ha tenido un protagonismo relevante en el empobrecimiento de los chilenos, pero no se puede reducir solamente a lo que ha provocado la crisis sanitaria. Enfrentamos altas cifras de endeudamiento desde hace mucho tiempo, incluso mucho antes de la llegada a Chile del primer contagiado con Covid-19.

El endeudamiento de los chilenos comienza en edad temprana: jóvenes sobre 18 o 20 años que se ven tentados con las prometedoras ofertas de casas comerciales o entidades financieras, a pesar de que muchos no tienen ingresos formales. De hecho, de acuerdo con cifras del Injuv de 2015, es decir 6 años atrás, el 33% de los jóvenes chilenos tenía una deuda a su nombre. En el rango entre 20 y 24 años este porcentaje llegaba al 36% y entre 25 y 29 años, al 55%. Sernac, en tanto, realizó por esos años una encuesta en la que 3 de cada 4 jóvenes no sabía lo que era la tasa de interés, sólo 44% ahorraba y el 80% dio una respuesta equivocada sobre endeudamiento.

Más allá de estos datos que podríamos considerar “anecdóticos”, la deuda de los hogares chilenos alcanzó un máximo histórico a fines de 2019, equivalente al 74,9% de los ingresos disponibles; cifra que sin duda aumentaría con la crisis económica provocada por la pandemia global. Tras un aumento de 1,5% respecto de 2018, el endeudamiento de los hogares el cuarto trimestre de 2019 correspondió a más de la mitad (50,3%) del Producto Interno Bruto (PIB) del país, esto de acuerdo con lo informado por el Banco Central.

Y, por supuesto, el escenario estaba lejos de mejorar. En enero de 2021, se publicó la séptima versión del Informe de la Comisión para el Mercado Financiero -CMF-, que reveló que la deuda bancaria de las personas alcanzó los $2,2 millones en promedio. El Informe subrayaba que el 16% de las personas presentaban una alta carga financiera, superior al 50% de su ingreso mensual. (El informe considera información relativa a 5 millones de deudores bancarios con un total $81 mil millones en colocaciones, que corresponden a un 88% del stock total de préstamos vigentes de los hogares en Chile).

 En el contexto mundial, Chile presenta malos niveles de educación financiera, tanto en términos absolutos como ajustando por su nivel de desarrollo. El año 2018, en el marco de su participación en la OCDE, Chile realizó la Evaluación Internacional de las Competencias de Adultos (PIAAC). Un aspecto que mide esta evaluación de competencia es el nivel de educación financiera que tienen los adultos en Chile. Al compararse con los países pertenecientes a la OCDE, los chilenos se posicionan en el último lugar después de México. Cuando se compara con el conjunto de países que han realizado esta evaluación, de miembros de la OCDE y otros países que no lo son, Chile sólo supera a Ecuador y Perú. Estos magros resultados se dan tanto en alfabetización financiera como en habilidades en matemáticas financieras.

Cuando se observan los niveles de educación financiera de los estudiantes de educación media en nuestro país, se aprecia una realidad similar a la observada en los adultos. La prueba PISA del año 2018 muestra que los estudiantes chilenos presentan malos resultados en las cuatro áreas analizadas: Lenguaje, Matemáticas, Ciencias y Finanzas. Las principales brechas se observan en Matemáticas y Finanzas, las dos componentes más importantes para evaluar una buena educación financiera.

 De hecho, en septiembre de 2020 la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, en el marco del convenio suscrito con la Asociación de Bancos para fortalecer la educación financiera en Chile, realizó el estudio “Plan para una mejor educación financiera en Chile” en el que se identificó cuáles eran los grupos que más necesitaban de ayuda en esta materia y así se definió que eran 3: los jóvenes, los microempresarios y los adultos mayores.

Más allá del contexto socioeconómico que estamos viviendo, se hace urgente contar con un plan de educación financiera que permita anticiparnos a este tipo de contingencias de manera informada. No, no las evitaremos, pero una catástrofe financiera global nos puede encontrar mejor parados si como país promovemos una mayor alfabetización financiera, que ayude a evitar el sobre endeudamiento y ahorrar, conocer las nomenclaturas financieras como comisiones, seguros, gastos notariales, tasas de interés y liquidez; por nombrar algunas, debería ser de conocimiento general y una materia por sí misma, que se imparta en el sistema educativo.