Paula Fuentes Directora Carrera de Pedagogía en Educación Básica Universidad de Las Américas
La Agencia de Calidad de la Educación entregó los resultados obtenidos en el Diagnóstico Integral de Aprendizajes, el cual reveló que alumnos desde sexto básico a cuarto medio no alcanzaron los conocimientos mínimos esperados en las áreas de Lenguaje y Matemática, y que a nivel socioemocional presentaban, entre otras dificultades, problemas para expresar sus emociones. Posiblemente, son cifras esperables dado el contexto sanitario y de confinamiento al que están expuestos, influenciado también por la falta de preparación del sistema educacional que se vio obligado a diseñar sobre la marcha una educación a distancia.
Frente a estos resultados, la autoridad dijo que estamos ante un terremoto educacional y las réplicas se pueden sentir por años. Concuerdo con esa afirmación, pues los terremotos hacen daño de forma transversal, pero en sectores vulnerables es más evidente, ya que las brechas sociales, económicas y educacionales se profundizan. Sin embargo, cabe preguntarse si este déficit es atribuible solo a la pandemia o es un síntoma que viene a reflejar que nuestras bases educacionales no son sólidas y tienden a tambalearse frente a cualquier evento interno o externo.
Cuando se construye sobre cimientos frágiles, un terremoto hace colapsar cualquier estructura, por eso más que repensar lo que debemos hacer de aquí al futuro, es mejor mirar en retrospectiva y preguntarse sobre qué base estamos construyendo nuestra educación.
Para el Chile que queremos, creo que es mejor retroceder para avanzar, pues el sistema no se recuperará solo, sino que requiere del esfuerzo de todos para subsanarlas heridas. En ese sentido, la redacción de una nueva Constitución abre la posibilidad y nos llena de esperanza respecto de la construcción de una educación más inclusiva, igualitaria y de calidad.