Un dilema de la sociedad post-pandemia es cómo definir la nueva normalidad laboral: regresar al trabajo presencial, continuar en formato remoto o combinar ambas modalidades. Por ello, las empresas deberían estar analizando los lugares de residencia de sus actuales colaboradores para reorganizarlos según sea factible a trabajo remoto – la digitalización de las empresas facilita la gestión de personas- o reubicación en otras sucursales en caso de ser posible, y al mismo tiempo considerando para futuras contrataciones privilegiar a colaboradores que vivan en la misma comuna o zonas  cercanas  a la empresa.

En este contexto, la primera prioridad de una organización al pensar en un retorno a los espacios de trabajo debe ser la seguridad y el bienestar de sus colaboradores. Por lo mismo, ¿Estamos realmente preparados para regresar al trabajo presencial considerando todas aquellas variables que no podemos controlar? Solamente podemos controlar nuestras decisiones y acciones. Cómo me muevo, por dónde me muevo, usar la mascarilla correctamente, higienizar las manos, no compartir elementos de contacto, priorizar el uso de transporte privado.

¿Realmente contamos con una estructura social que soporte traslados cortos, independientes e individuales para movernos con tranquilidad? Ante este punto, la planificación geográfica de los colaboradores de una organización será clave, y una vez controlado el ambiente interior del lugar de trabajo, serán la distancia y tiempo de traslado y la exposición a aglomeraciones en espacios públicos las variables más importantes de controlar a la hora de planificar un regreso seguro a la oficina.