El Covid-19 se ha convertido en una inusual emergencia sanitaria, que ha remecido los cimientos sociales y económicos del país. La educación, sin mucho tiempo para reflexionar, debió detenerse, mirar a su alrededor, identificar las opciones y confiar en las potencialidades cognitivas de niños y jóvenes, para implementar las estrategias ofrecidas por el Ministerio de Educación. Pero ¿qué sucede cuando las capacidades cognitivas, sensoriales y/o motoras están afectadas?

El 16 de marzo se suspendieron las actividades académicas en todos los establecimientos educacionales de Chile, afectando según la Organización de Estados Iberoamericanos a un total de 4 millones 891 mil 92 estudiantes, de los cuales 416 mil tienen necesidades educativas especiales y asisten a escuelas preparadas para ellos, aulas hospitalarias o establecimientos con programa de integración a lo largo del país.

Esta experiencia ha sido compleja para las escuelas. Algunas han incorporado las redes sociales como fuertes aliados, enviando a través de ellas mensajes de contención y apoyo a las familias. Además, han incorporado periódicas conversaciones telefónicas entre padres, especialistas, educadores y terapeutas; se han enviado videos elaborados por equipos de profesionales enseñando, por ejemplo, como contener a un niño descompensado.

La realidad y el contexto de cada familia con un hijo en situación de discapacidad son muy diferentes. Sin embargo, todas han vivido etapas como la conmoción, negación, tristeza, aceptación y reorganización, donde han aprendido a sacar lo mejor de sí, desarrollando habilidades sociales para lograr la autonomía de sus hijos.

Hoy, cuando se nos pide quedarnos en casa, las familias cobran un protagonismo diferente y, sin ninguna preparación profesional, más que la paciencia, organización, fe y amor, debieron desarrollar dentro de sus hogares diferentes actividades y estrategias para dar continuidad al proceso de enseñanza- aprendizaje de sus hijos.

Es en esta inusual emergencia sanitaria, donde nacen héroes y heroínas llamados padres, hermanos y abuelos, que siguen luchando 24 horas al día por la justicia de ver aceptados e incluidos en la sociedad a niños y jóvenes con capacidades diferentes.

Claudia González, académica Educación Diferencial UDLA Sede Viña del Mar