Dr. Rodrigo Berner Niklitschek

 Mientras miraba las noticias el jueves santo, se me vinieron a la mente dos frases de Voltaire; “Alguien inteligente aprende de la experiencia de los demás”, y “La estupidez es una enfermedad extraordinaria, no es el enfermo el que sufre por ella, sino los demás”. Ambas frases no pueden ser más atingentes en el Chile de hoy.

Italia, 08 de marzo de 2020. Cuando ya sumaban 366 muertos en total por COVID-19, el gobierno italiano decreta cuarentena para la zona de Lombardía y otras 14 regiones del norte del país, se cierran escuelas y universidades, se suspenden ceremonias civiles y religiosas, gimnasios, piscinas, cines, teatros, museos y centros culturales, no obstante, los bares y restoranes permanecen abiertos hasta las 18 h, 06 días después, cuando el total de muertos era de 1441, la medida se hizo extensiva a todo el país y la circulación de la población fue solo por “casos de necesidad, por motivos laborales o de salud”. A la semana ya morían 793 personas en un solo día, y 06 días después eran 9.134 los muertos en total.

Se dice que el gobierno italiano cometió muchos “errores” al principio del brote local, yo soy de los moderados que ha sostenido que, frente a un escenario sin precedentes a nivel mundial como ha sido esta pandemia, hay que ser un poco más humilde en las opiniones y empático en las evaluaciones, sobre todo con aquellos a quienes les toco ser “carne de cañón” del ataque del SARS-CoV-2, ya que sus errores nos permitirían tomar mejores decisiones a los que venimos detrás. O eso es lo que pasaría si se cumpliera la primera frase de Voltaire.

Hoy en día, a casi un mes del desastre de Italia, cuando su curva va a la baja y los muertos son casi 20.000, ya no hay excusas que valgan en Chile para justificar el no seguir las medidas que se vienen repitiendo todos los días por las autoridades, en campañas publicitarias estatales y particulares, en los canales de radio y televisión, en medios de prensa escritos y redes sociales. Solo en Instagram, #QuedateEnCasa ha sido utilizado más de 07 millones de veces en sus distintas formas, por lo que nadie, de ninguna edad, profesión o condición social, puede decir que no sabe lo que hay y lo que no hay que hacer.

Entonces, ¿por qué siguen apareciendo personas escondidas en maleteros, en helicópteros, en buses y bares clandestinos?, ¿por qué se aglomeran para comprar pescados en vez de comer tallarines, o pastas si lo prefieren, en viernes santo?, ¿por qué teniendo indicación de cuarentena van al supermercado en Las Condes, en Ñuñoa, en Chillán y quizás en qué otras comunas más? La verdad es que, sin ser sociólogo o psicólogo, no tengo una respuesta lógica a esto, pero todavía me niego a creer, aunque se me haga cada día más difícil, que solo sea por la segunda frase de Voltaire.

Pero incluso si así fuera, si de verdad la enfermedad a la que el escritor y filósofo se refería fuera la causa, seguiré defendiendo a mis compatriotas, porque no creo que sea “la raza” la mala, por lo menos no la “sub raza” chilensis, ya que este fenómeno se da en todo el mundo occidental sin excepción, en países pobres y ricos, está presente en todas las clases sociales, y en todas las profesiones, incluyendo la médica, donde se esperaría una mayor aplicación práctica de los conocimientos, por lo que, si hablamos de “mala raza”, tendríamos que hablar de toda la raza humana.

Todavía es muy poco lo que sabemos con certeza de la COVID-19, en un par de años quizás sepamos por qué se necesitó superar cierto número de muertos para que las personas tomaran conciencia, tarde obviamente, y se quedaran en casa, dejando de comportarse como adolescentes sin temor al peligro, sin consideración por los otros y sin uso de la razón, y mientras eso ocurra, como hemos dicho anteriormente, los chilenos de bien tenemos que mantener los cuidados, no relajar las medidas y no desfallecer en la alerta, porque juntos, solidarios y aunque sea gateando, seguiremos avanzando hasta ganar este maratón.

Viva Chile.