Pablo Rojas Bahamonde, Académico Escuela de Arqueología, Universidad Austral de Chile

 

La llegada de europeos el 12 de octubre de 1492 constituye un hito de máxima importancia. Sus alcances se palpan en el presente. Uno, quizá el más amargo, corresponde a la desvalorización y crueldad sufridas por los pueblos originarios. Ilustrativa es la palabra “indio”, que se mantiene en uso como designación, generalmente peyorativa. Conocido es el episodio en que se acuña: Colón ignora su llegada a un continente nuevo para él y sus coterráneos; en sus cuatro viajes cree arribar a la India y encontrarse con sus habitantes. De cierto modo, el episodio persiste, pues una de las actitudes predominantes de los Estados nacionales y la sociedad mayoritaria hacia los descendientes de grupos originarios es el desconocimiento, además de la discriminación y la violencia.

En la actualidad, otra forma de relación se presenta como urgente en miras a la crítica situación planetaria. Desde su puesta en circulación el año 2.000, el Antropoceno es un concepto clave para captar este estado de cosas. Designa una nueva época caracterizada por la afectación irreversible de los procesos biofísicos del planeta debido a la acción humana. Explicita la interdependencia entre la humanidad y el ambiente, entre cultura y naturaleza. Si bien se debate su inicio, así como la atribución de responsabilidades, existe certeza sobre las modificaciones radicales que esta época supone a la vida en la tierra. De allí que nuevas formas de habitar, cuidadosas y respetuosas, deben concebirse y practicarse. En esa transición, a través de dos pasos un crucial “descubrimiento” puede ocurrir en torno a la figura del “indígena”. Esta palabra de raíz latina se compone de “inde” (‘de allí’) y “gena” (‘generado’). En este sentido, alude a humanos que comprenden su vínculo indisociable con la tierra. El primer paso es aprender de aquellos descendientes de pueblos originarios, mal llamados “indios”, como el mapuche (‘gente de la tierra’). El segundo paso consiste en extraer las debidas consecuencias del primero, problematizando nuestros estilos de vida e imaginando otros adecuados al mundo por venir. Luego, el “descubrimiento” sea quizá re-conocernos como “indígenas” y la premura de actuar en consideración a ello. El Antropoceno se transforma en un llamado de atención frente a ese grave olvido.