Ingeniera en Alimentos de la ULagos, Betty Ronceros, destaca que en medio de la irrupción de esta normativa, se abre un nuevo mercado para los productores de alimentos.

Un cambio radical a las costumbres de los consumidores impone desde ahora el nuevo etiquetado nutricional, el que llenó de semáforos los envoltorios de los productos alimenticios, especialmente aquellos orientados a los niños que sobrepasan el contenido de azúcar, grasas o sodio.

Un cambio que se implementa desde ahora no solo en los supermercados sino también se instala en los kioscos escolares a través de la llamada “ley Superocho”. Para la Ingeniera en Alimentos y directora de la Planta Procesadora de Alimentos de la Universidad de Los Lagos, Betty Ronceros, es valorable todos los esfuerzos que se están haciendo para mejorar la calidad de los alimentos que se consumen, especialmente los más pequeños, sin embargo, sostiene que es muy complejo desde el punto de vista de la ingeniería de procesos poder armonizar la vida útil del producto, con los nutrientes adecuados y que además estos queden sensorialmente atractivos para todos. “Es un poco complicado poder sortear una formulación de forma de poder llegar a los niveles que establece la nueva ley, principalmente por el sabor. Creo que es muy importante que un producto sea rico, sabroso, que después de consumirlo el consumidor quiera volver a probarlo, por ello involucrar todos estos aspectos de “reducido en” y la parte del sabor y además la ingeniería tal con uso de aditivos, hay que realmente ser un malabarista para poder reformular las veces que sea necesario para lograr un producto que cumpla con todos esos requisitos”, sostiene la profesional.

EN COLEGIOS

Betty Ronceros señala aplaudir la iniciativa que reduce los índices de grasas y azúcares en los productos que se venden en los colegios, sin embargo, sostiene que hizo falta más tiempo de “marcha blanca” para que los emprendedores puedan haber desarrollado nuevos productos para este nicho de mercado. “Yo sé que en estos momentos se hace mucha promoción a la alimentación saludable, y hay bastantes proyectos de fondos concursables que apuntan a eso, pero tal vez este incentivo debió haberse hecho antes, porque hoy uno queda con la sensación de que nada se puede comer, todo está con semáforos. Lo cierto es que de alguna manera permitirá crear cierta conciencia en los consumidores”, acotó.

La Ingeniera en Alimentos de la ULagos aclara que es necesario entender que lo importante es reducir los altos índices de grasas y azúcar, pero no eliminarlos por completo de la dieta, ya que –asegura- son necesarios para el organismo.

“Yo siento que el desafío que en este escenario tienen los emprendedores es mucho mayor, porque van a tener que reformular para que sus productos no lleguen a estos niveles y además sigan siendo ricos. Más que colocar semáforos yo siento que es necesario reducir la sal de las papas fritas, por ejemplo, reducir el azúcar de los jugos y néctares, la grasa de las cajitas de leche, dejar de trabajar con la leche entera, pero es necesario repensar y reformular”, agrega ya en su condición también de dueña de casa.